… Nora… Nora… Me despierto susurrando completamente agitado. Maldita sea, ¿por qué no puedo quitarme de mi mente esa cara arrogante?

Sufro por volver a ver esos ojos color miel tan grandes y penetrantes como los de un gran dragón.

No me lo pienso más, llamo al detective de mi empresa y le hago buscar alguna información sobre esta chica, aunque dudo mucho que pueda hacerlo con tan escasa información.

Me voy a la ducha, aún me queda una larga tarde por pasar, mucha información que recabar para actualizarme en la nueva vuelta. Tengo que saber quién forma parte de mi empresa. Tengo que saberlo para gestionarla de mejor manera. Me visto con unos vaqueros y una camiseta básica de color blanco y me planto mi abrigo de color Camel y mis botones del mismo color. En lugar de ir en coche me apetece coger de nuevo mi moto y así me dispongo a darle uso a mi más preciado tesoro… Mi Harley Davidson.  La acaricio suavemente antes de subirme en ella, cubro mi cabeza con mi casco de hormiga atómica y arranco el motor de mi tan escandalosa compañera. Abro la puerta de mí garaje, hemos acelerado tanto que para cuando me doy cuenta ya he llegado.

Entro por esa enorme puerta que me recuerda tan grande responsabilidad que tengo, Vuelvo a ver la cara tan agradable de Andrea y lo primero que pienso es que gran cambio ha sido este. Me dispongo a coger el ascensor que me lleve a la segunda planta, entro en él y cuando estoy oyendo el aviso de cierre veo un pequeño pie que se interpone en el cierre de este. Rápidamente doy al botón de apertura y para mi gran asombro y sorpresa ahí está ella… Ojos de dragón con una camisa blanca y una falda lápiz color azul que marcan bien su esbelta figura.

—¡Buenas tardes señorita Nora! —Digo sonriente.

Ella se queda perpleja mirándome, pestañea, titubea e incluso se queja:

—¡Buenas tardes! No sé qué haces aquí, pero ten cuidado de no tirar a más gente. —Me responde con retintín.

—¡Espero que no! No fue mi intención pero creo que ya le pedí perdón, y no voy a volver a hacerlo —digo cabreado pero sin poder dejar de mirarla.

—Ni falta que hace. Pero bueno, simplemente le digo —responde mirándome de reojo.

Se abre el ascensor y ahí está mi María, tan radiante como preocupada al vernos  en ese duelo de miradas:

—¿Qué tal estás? —Dice nada más verme.

—Bien María, no tienes de que preocuparte, ya he descansado y me encuentro mejor, vengo a retomar por donde lo dejamos —contesto mirándola a ella y luego a Nora con intención de que me explique el motivo de su presencia aquí.

—Uy, uy, Nora, hija, perdón que no te haya hecho caso, este es…

—Sí sí, ya sé, Eduard , este es el impresentable que te dije del otro día  —contesta ella en plan sabelotodo.

—Noraaa —susurra María.

—Queeeee…

—Que este es tu jefe y el mío —le dice María con cara de circunstancias.

—Bueno bueno, esto se está poniendo interesante —respondo.

Coge el relevo María…

Nerea G.A

El equipo STOP-FA

 

Deja un Comentario